El homenaje que se le rinde al maestro Rufino Tamayo en la ciudad de Oaxaca, precisamente en la Plaza de la Danza, en 2021, es una magnífica sinfonía del arte plástico oaxaqueño en la que se confirma que “Dios Nunca Muere”.
De esta manera el maestro Shinzaburo Takeda nos guía al portal sagrado de la fuente creadora. Esto es así porque en el centro de su obra plástica se encuentra un personaje supremo que representa la dualidad del divino femenino y masculino. Aquí la vida y la muerte es un plan maestro de la evolución humana; cuerpo y espíritu se transforman en una metamorfosis en expansión.
Takeda pinta de verde la orilla de la sandía sintetizando la transmutación de la energía solar y conduciéndonos al vientre de la creación. Sabemos que la fruta es una rebanada, pero advertimos la totalidad, tal como sucede con el número cero de los mayas.
Para ver la obra del maestro es necesario abrir el tercer ojo de la conciencia y de la percepción, ya que sólo así podremos conocer la existencia virginal de su interior donde siempre germina la vida y la muerte.
Esta magnífica obra es El Portal de lo Sagrado porque al extremo del personaje central evoca a la diosa Xochipilli y se encuentran los dos géneros que hacen posible la repetición de lo humano y el milagro de su multiplicidad. La necesidad de la antimateria era la de generar al principio la frecuencia exacta para lograr la materia y así dar rostro a su obra ecuménica; la humanidad. Es así como surgen los primeros trazos, los primeros esbozos, los diferentes reinos y las primeras criaturas o razas.
Aquí Takeda representa a la sandía como la matriz universal; la totalidad del folclor humano, unida de las manos, trenzas y chalchihuites. En este tiempo espacio subyace la fertilidad, el sacrificio y el germen al que le brotan hojas y alas, con un lenguaje universal como lo es el amor. Al ver esta sandía sabremos que estamos ante un portal de lo sagrado, porque podremos percibir el tiempo espacio cuántico, la luz y la sombra, la razón y la pasión en la que se han creado y recreado los maestros Rufino Tamayo y Shinzaburo Takeda, que hacen que surta efecto el arte de lo posible, el de la recuperación de la capacidad del asombro ante los detalles cotidianos más pequeños y sublimes, porque de ello derivan nuestros cantos, nuestra poesía y nuestras flores.
– Jesús Sánchez Santillán
El homenaje que se le rinde al maestro Rufino Tamayo en la ciudad de Oaxaca, precisamente en la Plaza de la Danza, en 2021, es una magnífica sinfonía del arte plástico oaxaqueño en la que se confirma que “Dios Nunca Muere”.De esta manera el maestro Shinzaburo Takeda nos guía al portal sagrado de la fuente creadora. Esto es así porque en el centro de su obra plástica se encuentra un personaje supremo que representa la dualidad del divino femenino y masculino. Aquí la vida y la muerte es un plan maestro de la evolución humana; cuerpo y espíritu se transforman en una metamorfosis en expansión.
Takeda pinta de verde la orilla de la sandía sintetizando la transmutación de la energía solar y conduciéndonos al vientre de la creación. Sabemos que la fruta es una rebanada, pero advertimos la totalidad, tal como sucede con el número cero de los mayas.
Para ver la obra del maestro es necesario abrir el tercer ojo de la conciencia y de la percepción, ya que sólo así podremos conocer la existencia virginal de su interior donde siempre germina la vida y la muerte.
Esta magnífica obra es El Portal de lo Sagrado porque al extremo del personaje central evoca a la diosa Xochipilli y se encuentran los dos géneros que hacen posible la repetición de lo humano y el milagro de su multiplicidad. La necesidad de la antimateria era la de generar al principio la frecuencia exacta para lograr la materia y así dar rostro a su obra ecuménica; la humanidad. Es así como surgen los primeros trazos, los primeros esbozos, los diferentes reinos y las primeras criaturas o razas.
Aquí Takeda representa a la sandía como la matriz universal; la totalidad del folclor humano, unida de las manos, trenzas y chalchihuites. En este tiempo espacio subyace la fertilidad, el sacrificio y el germen al que le brotan hojas y alas, con un lenguaje universal como lo es el amor. Al ver esta sandía sabremos que estamos ante un portal de lo sagrado, porque podremos percibir el tiempo espacio cuántico, la luz y la sombra, la razón y la pasión en la que se han creado y recreado los maestros Rufino Tamayo y Shinzaburo Takeda, que hacen que surta efecto el arte de lo posible, el de la recuperación de la capacidad del asombro ante los detalles cotidianos más pequeños y sublimes, porque de ello derivan nuestros cantos, nuestra poesía y nuestras flores.